Amanda Ruiz
“Soy de la comunidad de Paramita, del municipio de Rosamorada. Es un pueblo muy bonito, es una comunidad indígena, pasé una niñez muy feliz ahí. Mi mamá es de Guadalajara, mi papá es de ahí de Paramita, yo soy la tercera hija de cuatro hermanos. Me vine a Estados Unidos a los quince años con mi esposo. Conocí a mi marido en Rosamorada, yo trabajaba ahí cuidando niños y atendiendo una tienda de abarrotes. Lo conocí en un baile, él era un poco mayor que yo. Me dijo que trabajaba en Oregon en el campo, que ya tenía diez años allá trabajando, me animé a venirme con él. Él ya era residente de aquí y andaba por allá de vacaciones. Yo estaba estudiando en una academia, ya me faltaban cuatro meses para salir, pero decidí venirme con él para acá. Dejé mis estudios y dejé mi familia, decidí venirme para apoyarlos, hasta ahora lo he estado haciendo. Cuando nos vinimos ya no regresamos a Oregon, decidimos quedarnos en California. Empezó a trabajar en la pintura y yo entré a una fábrica, empacaba plasmas. Duré tres años trabajando ahí, con el tiempo salí embarazada y dejé de trabajar, me dediqué a mis hijos dos hijos. Tuve una niña que nació prematura, es la más chica, me dediqué a ella tres años. Después empecé a trabajar en la pintura y en la limpieza de departamentos, dejé la limpieza y ahora hago pura pintura. Pinto departamentos y casas, trabajo para mí, tenemos una compañía chiquita. Tenemos ya diez años trabajando juntos. Estados Unidos me ha tratado muy bien, tengo mucho que agradecer a California, donde mis hijos están estudiando. Mi hijo está en el colegio y mi hija en una escuela militar, hasta ahorita mi experiencia ha sido muy buena con mi vida, mi trabajo y mi familia. Mis hijos son ciudadanos, mi esposo es residente, yo soy ilegal en este país, no he podido arreglar documentos. Por cuestiones migratorias tengo once años que no voy a mi pueblo. En mis veinticuatro años que tengo aquí he ido dos veces a enterrar a dos familiares muy queridos míos, he estado una semana por allá y me he regresado. Mi familia sigue allá, mi mamá tiene visa y viene a visitarme. Mi papá desafortunadamente tiene ya tres años que falleció, se enfermó de diabetes. Eso me ha motivado a ayudar a las personas de la tercera edad que no tienen recursos para ir a una cita médica, hacerse análisis o ir a un chequeo clínico. Hay personas que no tienen para comprar medicamento y otras que no tienen para comer en mi comunidad. Yo trabajo para todo el pueblo de Rosamorada gracias al club que pertenezco, y por ser FENINE en la Federación conocí muchas personas y he aprendido mucho de ellos. Conocí de la FENINE por medio de una amiga, el club lo iba a registrar ella. Por tiempo o cosas de su trabajo no pudo hacerlo y ahora estoy yo de presidenta, estoy muy agradecida con todo mi club. Somos un club nuevo, apenas lo formamos en dos mil dieciocho. Tengo un año con el club, pero individualmente tengo más tiempo ayudando a la gente por mi cuenta. Regalamos mochila, despensas y mandaba ropa a las comunidades del municipio. Las personas ya saben que ayudamos a gente necesitada y solas se han acercado con mis familiares para poder contactarme y recibir el apoyo. La experiencia de formar el club ha sido muy bonita, he conocido mucha gente y he aprendido a trabajar con ellas. Quiero seguir estudiando, aprender mejor el inglés y seguir apoyando a toda la gente que pueda.”
Amanda Ruiz, 39 años
Migrante microempresaria
Ella es #nayaritasdelcentenario
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