Juan González

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Juan González

“Soy de Mexpan, del municipio de Ixtlán del Río. Ahí nací y soy de una familia muy numerosa, diecinueve hermanos y dos hermanas. La primera hermana que yo tuve fue después de catorce hermanos. Trabajaba en el campo recogiendo los negritos de la quema de caña, trabajé ayudando a sembrar. Aprendí todos los trabajos del campo, cargar un animal, cargar un burro. Muy jovencito me vine para acá, mi papá me golpeaba, golpeó a mi mamá y eso a mí no me gustó. Me vine para Estados Unidos, entonces yo tenía catorce años. Me trepé en la estación de Ixtlán del Rio y me vine junto con otros cuatro jóvenes como yo. Como pude llegué, cumplí quince años cuando llegué a Mexicali. Casi duré un año en el camino trabajando como podía, en el jitomate y en la siembra de todo lo que había en el camino de Sinaloa, Sonora y hasta llegar a Mexicali. Por Mexicali brinqué para acá, a Calexico. Me trepé a otro tren y me fui hasta Linden, California. Anduve batallando para buscar trabajo, pero encontré. No me daban trabajo porque estaba chavalillo, pero seguí yo terco hasta que encontré. Empecé cuidando caballos y perros galgos, y aprendí a regar las hortalizas de una familia famosa de Estados Unidos, que dirige a los Gigantes de San Francisco. Vendieron el rancho y me regresé a Mexpan a los veinte años, fui a ver a mi madre y me regresé para atrás. Cuando mucho duré unos cuatro o cinco meses y me vine de bracero, ya traía esa idea, me gustó aquí. Aquí encontré vida yo, lo que no pude encontrar allá. Cuando tenía veintidós volví a Ixtlán y vi entre un grupo de muchachas una que me gustaba para que fuera mi esposa, me la encontré. No me quería, pero le insistí. Hice que dejara a su novio y hasta le conseguí novia al novio. Regresé, me casé con la muchacha de Ixtlán y pude estar allá un tiempo con un negocio. Anduve de bracero, compré casa allá para mis padres, para mi madre, y compré casa para mí. Compré un camión, compré un puesto en el mercado viejo de Ixtlán cuando lo estaban haciendo. Tuve ese negocio y después tuve otro en mi pueblo, no funcionó y tuve que moverme a Ixtlán. Mi esposa me salió muy buena para el comercio, podría decir que maravillosa. Vendíamos abarrotes y con ese dinero compré una casa, me fue tan bien que la rentaba y con eso compré otra. Tuve cuatro casas allá en Ixtlán pero las vendí, ya compré mi terreno para que me entierren aquí. Cuando tuvimos nuestro tercer hijo, entonces decidí traerme a mi familia. Yo no quería cruzarlos por el cerro, conseguí ayuda para que me consiguieran una visa para mi esposa y mis niños, la mandé en avión y aquí la esperé en el aeropuerto. Cuando ella llegó aquí ya le tenía yo su casa amueblada y todo, aquí tuvimos una niña. Siempre estuve añorando acá, me gustó este país y sus oportunidades. Yo trabajé de cocinero, trabajé cuidando un boliche, andaba cuidando a mi patrón que tenía más de once negocios. En aquel entonces no había camiones que pasaran por el dinero a los negocios, se tenían que recoger personalmente. Él iba adelante con un carro y yo iba atrás con otro carro, pero con un cuete para cuidarlo. Trabajé mucho tiempo en el puerto y después me fui a Yoplait, una compañía que hace yogurt, ahí trabajé varios años también. Me salí y puse un restaurante de mariscos que se llamaba Playa de Nayarit, en honor a mi estado. Me iba muy bien, pero cerraron un campo de gobierno que tenía dos mil militares. Mi clientela eran los militares, sus esposas y familiares, después cerré porque ya no me convenía. Puse un negocio de exportación de carnes podridas junto con mi cuñado, mandábamos carnes podridas a Tijuana. Formamos una compañía para procesar esa carne, de esa carne sacábamos veintinueve derivados de las carnes podridas y el aceite que salía de los restaurantes y las bodegas. Teníamos setenta y cinco trabajadores en Tijuana, nuestros socios allá procesaban todo y nosotros llevábamos los camiones para allá. Con mis cuñados, con camiones recogíamos la carne y mandábamos dos trailers por día. Yo soy diabético y me enfermé, me cayó en las botas caldo de pollo podrido y se me infectaron mis pies. Me llevaron al hospital y me prohibieron volver a trabajar en eso, le dejé el negocio a mis cuñados y me dediqué a estar calmado. Ya me pensioné y ahora trabajo de voluntario en la FENINE, me gusta mucho trabajar aquí en la Federación. Cuido el consulado, yo soy el encargado de aquí, de abrir a las seis de la mañana y cerrar en la tarde. En la feria también ayudo en lo que puedo. Ya soy un viejo, me enfermo pero todavía sigo trabajando. Mi familia quiere que me retire, pero yo creo que si lo hago me muero pero rápido. Quiero seguir dando mi tiempo, me gusta servir. Duré muchos años sirviendo y haciendo actividades. Salía de mi trabajo y mi tarde la dedicaba a servir. Llevaba a mis hijos de voluntarios al hospital, les enseñé que tiene que ser así, que cuando se pueda hay que servir y dar tu tiempo para servir a los demás. Ayudamos a los hospitales todos los días, les compraba su uniforme y saliendo de la escuela los llevaba al hospital civil. A veces ahí hacían su tarea ellos, yo me devolvía a hacer otras cosas a la iglesia. Me gustó mucho ir a las marchas, he sido activista toda mi vida, estuve luchando por los campesinos. Me envolví con César Chávez y Dolores Huerta, estuve luchando por los campesinos, estaban jóvenes ellos y yo también. A mí me ha tratado de maravilla este país, es el país de mis hijos, de mis nietos y de mis bisnietos, es el país de su familia. Tengo muchos nietos, doce nietos y cuatro bisnietos, aquí tengo todas las raíces que sembramos entre mi esposa y yo. No amo su gobierno, pero este país tiene muchas cosas muy buenas. Tengo un hijo en México que no he podido ir a verlo, tengo dos años. No he ido porque estoy enfermo, me van hacer diálisis, pero cuando me aliviane me voy a ir a verlo. Regreso a ver a mi gente, pero a quedarme después de muerto no, ya compré mi terreno aquí arriba del cerro para estar viendo el mar.”

Juan González, 77 años
Migrante
Él es #nayaritadelcentenario
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