Ignacio García

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“Soy de Jalcocotán, un pueblito de Nayarit que ahora está más grande, muy pintoresco y la verdad es que tiene un clima muy agradable y está cerca de la playa. Está en el municipio de San Blas, Nayarit. Cuando yo dejé Jalco tenía dieciocho años, así que en ese transcurso ha de haber cambiado bastante ya. El pueblo es muy rico en producción de plátano, de café y de todo esto. Eso permite que la gente que vive ahí se la lleve bien de alguna manera, el que quiere salir adelante hasta vendiendo cosas fuera de su casa. Mi papá, en paz descanse, él siempre se dedicó al comercio. A mí desde niño me gustó el negocio y me gustó ganar dinero. Cuando yo era niño, cuando tenía unos diez o nueve añitos ya quería vender, quería sacar algo. Mi papá me dejaba ayudarle en sus cosas, en su mesita de frutas. Mi papá vendía afuera de la casa, siempre se dedicó a vender cocos. Lo identificaban como Don Chuy el coquero, vendía fruta fresca, vendía cocos, plátanos pasados, miel, vendía de todo, vendía bien. Me acuerdo que él iba los domingos al futbol que estaba a una cuadra de la casa y yo me quedaba de encargado de su negocio. La mejor recompensa era que cuando llegaba yo podía comer todo lo que quisiera y aparte me daba mi domingo. Eso era muy padre, en una ocasión le dije que me hiciera un cajón para dar bola a los zapatos. Al final me lo hizo y yo iba a dar grasa, bien contento me ganaba mi dinerito y me quedaba jugando en las maquinitas de entonces, ahí me gastaba mi dinero. No tuve tanto de niño, pero no necesité nada. Lo que tenía era lo que necesitaba y era feliz, jugábamos hasta con barquitos de papel en la lluvia, esos eran los juguetes nuestros. Tuve una niñez muy muy bonita. Él falleció, mi mamá sigue viva, ya tiene muchos años acá. Una vez que falleció mi papá ella decidió venirse con nosotros. Nos fuimos para tener una vida un poquito mejor. A los dieciocho, una de las razones por las que me vine fue el tratar de ayudar a la familia, de salir adelante y mandarles algo. Llegando descansé como dos semanas, fue cuando me pasearon mis hermanos. De ahí a trabajar y desde entonces no he parado, siempre me ha gustado trabajar mucho. Aquí tenía ya casi a todos mis hermanos, ellos me ayudaron, mi mamá se había quedado sola en Tepic. Mi familia trabajaba en un restaurante de comida rápida que es Mcdonalds, ahí fue que yo inicié a trabajar. Prácticamente cuando entra alguien empieza barriendo y limpiando mesas, yo no quería hacer eso. Pude entrar a la cocina, fue un poco difícil, es pesado estar en una cocina de un restaurante de comida rápida. Solamente estuve un mes ahí, me dije que quería estar enfrente, me encantaba estar en contacto con el cliente. Le dije a una manejadora y me enseñó a decir cómo se decía todo en inglés y cómo decir los números, yo no sabía nada. Agarramos un cuaderno y empecé a anotar condimentos y todo lo que se utilizaba en el restaurante. Así fue como fui aprendiendo un poquito de palabras en inglés. Todo lo que sé de inglés lo aprendí en la caja de Mcdonalds, atendiendo a los clientes. Recuerdo que llegó un americano y me hizo llorar, le dijo a la manejardora que qué hacía yo en la caja si no entendía inglés. Yo pensé que el señor estaba enojado y se estaba quejando por que hice algo mal y se me salieron las lágrimas nada más. Eso fue lo que me llevó a tratar de aprender. Mis hermanos todos estaban acá y todos estaban en Mcdonalds. La compañía me encantó, tienen un entrenamiento increíble. Me fui superando poco a poco, fui ascendiendo hasta casi llegar a tener un restaurante a mi responsabilidad. Me faltó a ir a una clase a Chicago, a la Universidad de la Hamburguesa, así le llaman ellos. Estuve hasta el dos mil ocho y decidí salirme porque entonces trabajaba muchísimo de noche. Descansé como un año y después de ahí conseguí otro trabajo. En dos mil nueve decidí retomar, trabajar y todo. Entré a una compañía que hacía todo tipo de muebles, yo trabajé en la oficina. Ahí estuve hasta el dos mil catorce, el último día que estuve ahí fue cuando enfermé, entonces ya no pude. De hecho ese día iba enfermo, en abril de ese año empecé con síntomas muy feos. Andaba muy cansado de trabajar, desperté viendo doble. Tuve que hacer cita con el oculista que porque era muy bueno, me dijo que era una raspada de córnea. Ese síntoma iba y venía, obviamente no era lo que había dicho. Siguieron los síntomas y empecé a sentirme que no tenía noción del tiempo y de dónde estaba. Tenía vértigo, todo daba vueltas, era horrible. Esto pasaba hasta en el trabajo, desde abril hasta julio. Acudí a doctores especialistas del cerebro y todos me decían que no había nada malo, pero yo me sentía súper mal. Tuve una embolia, aunque después de casi cinco años los doctores no están tan seguros. De hecho ese día tenía una cita con otro doctor, el oculista creo. Iba manejando mi carro y sentí un calor impresionante, una ola de calor increíble. Me bajé del carro y empecé a marearme bastante, me acosté en la calle, en el pasto, me sentía muy mal y llamé a la oficina del doctor. Como pude llegué, pero cuando llegué a la ventanilla ya no podía. Me llevaron a un sofá y el doctor me checó la presión y la temperatura, todo salía bien pero yo no estaba bien. Veía pero ya mis ojos no estaban concentrados en algo, no se nos ocurrió llamar al nueve once ni mucho menos. Esperé como una hora a que fueran por mí porque no podía manejar, obviamente. Todavía tenía síntomas de doble visión. El lado izquierdo de mi cuerpo se puso muy débil, la parte derecha de mi crebro salió afectada. Con terapia y todo esto empecé a caminar en el patio de la casa. Un mes después justamente, un viernes cuando ya me estaba animando a caminar y a agarrar fuerza se me entumió el cuerpo del lado derecho. Estuve veintiún días en el hospital encamado, me hicieron tantos estudios y tantas cosas. Me pusieron un medicamento para que mi sangre no coagule, eso causó una hemorragia interna que fue lo más delicado, estuvo muy crítico. Entendí que una vez que tienes un evento, las chances que tienes de que te dé otro dentro de un mes es tanto por ciento, en un año tanto. Siempre que hay ese tipo de eventos lo más probable es que tenga otro, eso lo supe hasta después. El segundo evento afectó el cerebelo, que es muy importante para la coordinación y el balance. Cuando salí del hospital fue muy difícil el asunto, todavía no me recuperaba del lado izquierdo y ahora el otro lado entumido y pesado. Era un descontrol totalmente. Estaba en depresión y pensaba que me iba a morir, mis pensamientos eran ésos. Me despedí en más de dos ocasiones de mi familia con esa mentalidad. Estaba muy mal y no me daban esperanza para sentirme mejor, de hecho uno de los doctores me dio la placa azul para personas discapacitadas de forma permanente. Poco a poco mi cerebro fue mejorando después de batallar dos años y medio, los peores que he vivido en mi vida. Cada día, cada paso que daba era como si trajera una botella de tequila encima. Era horrible, no podía planear al siguiente día qué iba a hacer. No planeaba qué iba a hacer en la tarde o un rato después. Tuve un tratamiento muy especial para mis ojos porque el nervio óptico se dañó, estuve yendo seis meses, eso me ayudó. Eso fue algo muy importante para la recuperación de mi cerebro, el cerebro maneja el cuerpo de acuerdo a los sentidos y al no tener un ojo bueno no tenía un balance para funcionar de forma normal. Me probaron unos lentes y se notó inmediatamente mi cuerpo más derecho como si no tuviera nada, empecé a llorar de gusto y sin pensarlo, me sentía bien. Estoy casi seguro que por esos lentes mi cerebro ha mejorado poco a poco. Me siento un poco mejor, de un año para acá mejoré del cerebro. Del cuerpo no he mejorado pero pues no me puedo poner a llorar, me sigo haciendo exámenes y sigo yendo a doctores. Me acoplé un poco más a la vida cotidiana y gracias a Dios puedo moverme a pesar de que está un poquito entumido el cuerpo. Después de todo esto, algunas de las secuelas que quedaron fue que yo olvidaba cosas. Si me quitaba el cinto, después no lo encontraba. Me empecé a preocupar y empecé a hacer videos, para no tenerlos en mi teléfono decidí subirlos a una cuenta que tenía en Youtube. Yo hacía videos para mí porque no sabía cómo iba a tener mi memoria. No sabía nada de Youtube hasta que al tiempo me llegó un correo de la plataforma diciéndome que un video mío tenía catorce mil vistas y que ya podía ser partner de ellos y poder monetizar ese video. Era un video que hice de unos aros de cebolla rellenos de guacamole, fue el bendito video que hizo que me contactaran. Antes la plataforma pedía diez mil vistas en tu canal, ahora es diferente. Yo estaba mal todavía del cerebro, entonces no le tomé importancia, lo vi y nomás lo leí. Hasta después, como al año lo volví a ver y decidí contactarlos. Yo seguía a una Youtuber que hacía videos de pasteles y gelatinas y todas estas cosas. Nos contactamos y ella me fue asesorando con lo que sabía. Entonces empecé a dedicarme a compartir videos de lo que sé y lo que puedo hacer. Los primeros videos que tengo están muy mal, hablo lento y nada que ver, yo seguía muy mal. Primero se empieza muy lento, pero ahora puedo ser mi propio jefe, me gusta lo que hago porque como todo lo que hago. He sufrido pero también he ganado muchísimo en la vida. Si yo hubiera sabido de esto mucho antes, hubiera estado desde un principio, con los ojos cerrados.”

Ignacio García
Ignacio García

Ignacio García, 43 años
Migrante y youtuber
Él es #nayaritadelcentenario
(408)

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