Consuelo Sáizar

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“Soy estudiante del doctorado de sociología en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra. He podido construir mi vida con base en sueños y en disciplina, tengo una disciplina prácticamente espartana. Entendí desde muy joven que era una nómada y que el destino se encontraba en los libros, me dediqué compulsivamente a leer. Algo que hago en cualquier parte del mundo en la que me encuentre, de seis a ocho de la mañana, invariablemente leo. Me siento profundamente orgullosa de mis orígenes, de mi apellido, de mi familia, de mi pueblo, de mi estado, de mi lengua, como la he llamado yo: la patria de la eñe. Estoy profundamente satisfecha de mi vida, he podido conocer, conversar, trabajar y publicar a la gente que admiro, a la gente que había leído. Soy alguien que tiene una enorme disposición a dialogar con lo diferente, que ha sabido reivindicar lo que para muchos son debilidades y transformarlas en fortalezas. He podido lograr todo lo que me he propuesto y muchísimo más, siempre he sido muy consciente y muy agradecida con la vida por esa inmensa posibilidad. Nací en Acaponeta, mis padres me esperaban con una enorme ilusión porque habían perdido dos hijos antes que yo, habían muerto al mes de nacidos. Cuando yo nací, mi madre se vuelca en mi crecimiento. Al año nació mi hermano, luego Lolina y luego Laura. Amo Acaponeta porque es una pequeña ciudad muy abierta a toda la posibilidad de vida. Nací en una imprenta donde había dos prensas planas; cuando yo era chica todavía se componía el periódico tipo por tipo. Yo veía cómo de un papel blanco se imprimía algo que la gente leía y eso la influenciaba; para mí era una especie de magia. Era absolutamente maravilloso para una niña de tres o cuatro años. Mi abuelo es el personaje más peculiar de mi vida, fue un periodista muy valiente que le contó los días a Gascón Mercado, porque no decretó el DN3 cuando se inundó Acaponeta en el sesenta y ocho, fue una disputa. Mi abuelo fue analfabeta hasta los once años y a los diecisiete participó en la fundación de este periódico, El Eco de Nayarit, que todavía existe. Incluso en estas etapas en que es muy desafiante preservar un periódico, sigue de pie. Yo había crecido en una imprenta, eso fue lo más relevante en mi vida; entender lo que decía mi abuelo, que lo más importante de un periódico es que todo se imprime y se multiplica. Ahora, con las redes sociales lo podemos ver con muchísima claridad. Jamás tuve duda o la menor fisura de que yo quería dedicarme a la letra impresa, que era algo en lo que yo iba a trabajar siempre. Mi abuelo me presentó a Alí Chumacero cuando era muy chica. Crecí viendo cómo se hacía el periódico y cómo se imprimía, crecí corrigiendo el periódico. Estudié la primaria en Acaponeta. Muy joven me di cuenta que lo físico no era lo mío, me mandaron a clases de gimnasia y no sabía darme maromas. Yo sólo quería leer y dibujar, en aquel tiempo dibujaba mucho. Mi mamá se fue a México a vivir con Lolina, mi hermana, cuando yo tenía siete años. Mi hermano y yo nos fuimos a vivir a Compostela, entonces descubrí que lo más maravilloso que existía en la vida era cambiar de ambientes. Lo que más me gustaba era conocer gente, nuevos climas, nuevas comidas, nuevas posibilidades, nuevas conversaciones. Conocer las ciudades, recorrer las nuevas calles y saber cómo se llaman, descubrir la cartografía social y la cartografía física de una ciudad. Me fascinaba saber cómo era la plaza de ese lugar, cómo eran las nuevas escuelas y cómo diseñaban los salones. Vivimos un año en Compostela y regresamos a Acaponeta. Creo que yo era una persona muy aburrida, siempre lo he sido. Era alguien que solo leía e iba al cine, me parece que para la gente joven alguien como yo era poco atractivo en todo sentido. Descubrí muy joven también cuáles eran mis certezas en preferencias de todo tipo, estaba dispuesta a asumirlas con valor y a vivirlas con enorme libertad. Luego me vine a Tepic y fue otro nivel de vida. Llegué a vivir a casa de mis primas las Velarde, mi tío Ricardo era un hombre muy deportista y mi tía Raquel una mujer muy hermosa e inteligente. Nuevamente descubrir una nueva ciudad, sus calles y la gente. Me vine a estudiar la prepa, mi primer año fue descubrir, recorrer. Lo que más me apasiona es cómo funcionan las calles, dónde está lo importante de una ciudad y cómo llegar más rápido a los lugares. Para mí era una ciudad fantástica, los periódicos se leían de noche una semana después. Tenías la posibilidad de conversar con hombres que entendían el valor de la palabra. También en Acaponeta, he de decir que Acaponeta tiene una clase ilustrada muy notable, o la tenía cuando yo era chica. Mi abuelo era una persona que sabía hablar, sabía pensar y argumentar, leía. Mi padre era un hombre que leía una barbaridad, era alguien que le encantaba conversar, que entendía el valor del pensamiento y ejercía el pensamiento crítico. Gané un concurso de prepa y me fui a trabajar a El Observador de Nayarit mientras terminaba la preparatoria. Fui jefa de prensa de FONAPAS, me gustó muchísimo todo el proyecto del periodismo. Tuve un aprendizaje bastante generoso gracias a hombres que fueron pacientes conmigo, que me toleraron mis errores, que alentaron mis incipientes talentos y fueron capaces de guiarme. Era algo insólito, tener una reportera en un ambiente que no es que fuera hostil, pero todavía digamos que no había espacio para el espíritu femenino. Paco y Rogelio Zúñiga pudieron concederme eso. Ellos fueron lo suficientemente generosos para tolerarme, mi presencia cambiaba los códigos de sus bromas y la posibilidad de sus conversaciones. Eso lo entendí mucho tiempo después y cada vez más agradecía la posibilidad de haberme permitido insertarme en un mundo netamente masculino como era el periodismo a finales de los setenta. El periodismo tiene siempre un vínculo político muy claro. Yo quería en ese tiempo ser editora de libros o periodista, sabía que quería vivir del mundo de la letra impresa. Rogelio varias veces me dijo que me quedara aquí, que podía llegar a ser gobernadora. Entonces no me gustaba la política, no me gusta el ejercicio político. La vida era tan fascinante aquí que yo tenía la duda de quedarme. La pasaba muy bien, me divertía muchísimo, tenía amigos completamente deslumbrantes con los que conversaba largo, pero quería irme a México. Era una decisión de vida, una decisión personal y una decisión de libertad. Me parecía que México era una ciudad desafiante, me parece una polis que todos los días ofrece cosas diferentes. Terminé la prepa, me tocó una huelga muy larga. Me tocó ver la enorme vitalidad de la vida universitaria combativa que sale a las calles a luchar por lo que desea. Me tocó ver de cerca a un gran gobernador que legitimó el origen de su elección con una gran obra pública, un hombre que terminé admirando y que después fuimos amigos mucho tiempo. La prepa uno me enseñó a pensar, me enseñó a investigar, me dio una formación literaria y un rigor en las matemáticas. Me dio la posibilidad de entender al diferente, para mí fue fundamental, me parece que había un nivel de calidad excelente. Me apasionó el mundo del periodismo y me fui a México, llegué a estudiar comunicación a la ciudad. Cuando hice mi examen en la Ibero, lo hicimos cuatro mil personas, nos aceptaron a doscientas. Quiere decir que la formación que recibí en la Prepa uno era suficiente para pertenecer a una universidad de élite como lo era la Ibero. Llegué a una de las grandes capitales más cosmopolitas, el temblor devastó la ciudad y dejó muy herida a una población que sentíamos que la ciudad era generosa. También estaba la posibilidad de acabar muerto, era una ciudad frágil que presentaba sismos muy concurrentes. Yo perdí diez o doce amigos a partir de la pandemia del sida, una generación que había hecho de la libertad sexual su estandarte. Esa fue la década de la apertura: como nos podíamos morir en cualquier momento, podíamos vivir con la libertad que quisiéramos. Mi ejercicio profesional en la Ciudad de México fue muy público. Por mis antecedentes en Tepic, fui la coordinadora de publicaciones del Departamento de Comunicación de la Ibero, como servicio social hice eso. Que una mujer dirigiera una imprenta de seiscientas personas, una editorial con enorme tradición de derecha liberal, de derecha ilustrada, era impensable. Me entrevistaron junto con treinta personas y me eligieron a mí, terminé la ibero y en octubre estaba dirigiendo una editorial. Eso me permitió conocer, conversar y aprender de la clase intelectual, pude formar una plataforma social y un capital simbólico suficiente. Un día decidí que mi vida personal ya no era tan compatible con una editorial tan conservadora. Tuve la posibilidad de irme a vivir a Inglaterra y fundar una empresa editorial; ahora pienso que fue una locura. Me fui a Inglaterra y viví en Edimburgo, en Oxford, en Cambridge, en Londres. Siempre pensé volver. Yo pienso que mi vida se divide en décadas, la primera de ellas fui una estudiante buscándomelas, en la segunda empecé a cultivar el oficio del periodismo, decidí mi vocación y encontré mis certezas vitales. En los treinta fui una ejecutiva de primerísimo nivel, ya había terminado mi carrera y formé mi empresa, fui una empresaria cultural, digamos que consolidé una serie de vocaciones. En los cuarenta fui servidora pública, dirigí el Fondo de Cultura Económica, presidí CONACULTA, presidí un organismo que tenía una gran vinculación con la UNESCO. En los cincuenta soy una académica, me fui a Cambridge, primero a Oxford para tomar cursos de nivelación y poder inscribirme a una universidad de élite. Para mi satisfacción fui aceptada en Cambridge para cursar mi maestría, me quedé a hacer mi doctorado en sociología y ahora estoy en el umbral de los sesenta. La siguiente década me va a tocar escribir, he decidido escribir cinco libros. El primero es mi tesis de maestría, el segundo es mi tesis de doctorado, el tercero es el postdoctorado o una maestría en historia, estoy decidiendo qué voy a hacer. Quiero hacer un proyecto de la política cultural postrevolucionaria y la que implementé cuando estuve al frente de CONACULTA, hay diferencias esenciales y quiero escribir un libro. El cuarto son mis memorias, me parece que soy una testigo profesional del tránsito del mundo impreso al libro electrónico; creo que es una obligación como editora alentar a dejar un testimonio por escrito. Voy a tener setenta y tres años cuando el Fondo de Cultura Económica cumpla sus cien años, quiero dejar mi testimonio, ese quiero que sea mi quinto libro. Si algo me ha distinguido en la vida es mi disciplina de la lectura, me marcó ser de Acaponeta y de Nayarit, haber conocido a Alí Chumacero y haber crecido en una imprenta. La tercera, que me reconozco un inmenso valor y una gran dignidad, me siento muy satisfecha y muy orgullosa de todas mis decisiones. La verdad es que vivo una vida de sueño, vivo la vida que soñé.”

Consuelo Sáizar, 58 años
Editora
Ella es #nayaritadelcentenario
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